Tersites en el S.XXI

¡Chicxs! Os dejamos aquí un artículo muy interesante del profesor Juan Manuel Aragüés:
¿Qué queda de la estrategia homérica en el siglo XXI? Sorprendentemente, todo. El acceso a la palabra, entiéndase comunicación de masas, sigue quedando reservada a quienes detentan el poder, aunque el mecanismo de exclusión haya perdido su dimensión mitológica para asentarse exclusivamente en motivos económicos: solo los grandes capitales tienen capacidad para construir el entramado informativo que constituye nuestras sociedades. Y desde ese entramado comunicacional, se aplican a repetir los dispositivos de justificación establecidos en el poema homérico.
Los procesos de empoderamiento ciudadano que estamos viviendo en las últimas décadas y que han tenido como consecuencia una implicación más directa de las clases populares en la política, incluso en la gestión de grandes ciudades, como Madrid, Barcelona o Zaragoza, ha generado por parte de las elites un discurso de descalificación de lo plebeyo que coincide milimétricamente con la actitud homérica. Recordemos los exabruptos de esta elite ante la aparición en la política, en las instituciones, de gente que no se sometía a las normas "estéticas" exigidas y que tenía la osadía de acudir a esas instituciones, teóricamente populares, vestidos o peinados como viste una importante parte del pueblo. El calificativo despectivo de "perroflautas" es ejemplo de cómo esta elite que viste, a su juicio, impecablemente, quiere visualizar la inconveniencia del acceso a las instituciones de quienes visten de otro modo. Ello, evidentemente, está vinculado con la genealogía, con el origen social de quienes presentan estéticas enfrentadas. ¿Quiénes son estos que se presentan en nuestras instituciones? ¿De dónde han salido? ¿Cómo es posible el acceso de "pescateras", tal como se calificó a Ada Colau, a la dirección de nuestros ayuntamientos? Sócrates nos lo dejó claro hace mucho tiempo: zapatero a tus zapatos. Porque el zapatero, la pescatera, no posee los conocimientos, la formación exigibles a alguien que ha de dirigir una institución. La política debe ser cosa de iniciados, de gente capacitada que, si en la época homérica era capaz de ordenar las palabras, en nuestras sociedades contemporáneas es capaz de entender, y solucionar, los complicados problemas de nuestro presente. Todo este argumentario, como el homérico, rezuma una idea de elite, de grupo social privilegiado, en cuyas manos, y no otras, debe estar la gestión de la política.
La sutileza de Homero hizo que, en un momento tan temprano de la política, advirtiera la importancia del control ideológico como base para la acción política. Lo que he denominado como dispositivo de transferencia, por el que pone en boca del demos la ideología aristocrática para que el demos la tome de boca de los suyos, resulta una estrategia de enorme eficacia y muy cercana al proceder de los medios de comunicación en la actualidad. Estos medios, en realidad altavoces ideológicos de las empresas y bancos que los sostienen, se esfuerzan por transmitir una suerte de escándalo ante todas y cada una de las acciones emprendidas desde, por ejemplo, los ayuntamientos del cambio, para poner de manifiesto su incapacidad e impericia, que, entienden, lleva a esas instituciones al desastre. La aristocracia del poder, a través de sus altavoces mediáticos, aprovecha cualquier ocasión, aunque sea a costa de falsear impunemente la realidad, para erosionar la presencia pública de aquellos que han osado, sin ser hijos de los dioses del capital, acceder a la plaza pública y suplantarles en la toma de decisiones. Porque el silencio, siguen pensando, debe continuar siendo la condición de la "apestosa multitud", tal como se la definió en el siglo XVII.
Juan Manuel Aragüés, "Tersites en el siglo XXI: el silencio plebeyo en las sociedades mediáticas"